Hacia las nueve horas de carrera, el cuarteto que encabezaba la carrera más salvaje del mundo con un ritmo de récord y un universo de distancia sobre los perseguidores decidió, por fin, parar. No es que a Iker Karrera, el vasco que dijo "venía a ver un poco cómo me iba esto", le pesara debutar en la prueba que cruza los Alpes franceses, italianos y suizos en 166 kilómetros y 10.000 metros de desnivel positivo. Tampoco es que Kilian Jornet, tótem absoluto del ultrafondo alpino, quisiera descansar tras el equivalente a dos maratones y más de 3.000 metros de desnivel positivo en las piernas. Si estos dos referentes del skyrunning y el francés Sebastian Chagneau decidieron detenerse fue para esperar a que Miguel Heras, compañero de equipo, amigo y cómplice de la escapada, se vendara la rodilla lesionada en un avituallamiento.
Ese es el espíritu del ultrafondo alpino, el mismo que explica la sinceridad de los efusivos abrazos que en la meta se dieron Jornet y Karrera, apenas separados por una arrancada del primero en el kilómetro 145 que a punto estuvo de neutralizar el vasco, posiblemente el atleta que mejor desciende en el mundo. En ese momento Twitter ardía con mensajes de apoyo a los héroes y la página oficial de la UTMB, que este año permitía seguir la posición de los corredores, caía por colapso ante la perspectiva de que, tras 20 horas, la carrera se decidiera al sprint.
Finalmente, la distancia fue de nueve minutos entre Karrera y el vencedor Jornet y el catalán, que había declarado a El Mundo que podía rebajar las 21 horas de hace dos años -el pasado curso se suspendió la carrera por una tormenta-, estableció un nuevo récord de la prueba y dejó a una hora de diferencia el cuarto clasificado. Todo ello, a pesar de que la organización cambió el recorrido a última hora para añadir una propina de 4 kilómetros y 600 metros de desnivel y que las condiciones meteorológicas, como reconoció Jornet en la meta, fueron "muy duras".
Para Kilian Jornet, que viene de ser campeón del mundo de esquí de montaña, la tercera victoria en la carrera alpina más prestigiosa del mundo tiene un significado especial porque jamás existió tal competitividad, gracias a la participación de la élite japonesa, los mejores atletas suizos y franceses y los corredores norteamericanos, agraviados por las recientes victorias europeas en pruebas de su circuito, como la prestigiosa Western States.
En declaraciones al final de la prueba, Jornet destacó que la misma meteorología que dificultó la carrera propició "momentos impresionantes como la salida del sol al Col de la Seigne; la luz, había luna, sol, la nieve, y realmente unos colores espectaculares". Según el atleta de Font Romeu, de 23 años, "fue especial correr y compartir podio con un grupo de amigos".
El único sabor amargo fue no poder ver terminar a su amigo Miguel Heras, con quien soñaron en copar un podio del mismo equipo. En declaraciones a la web especializada iRunfar.com, Jornet admitió que cuando Heras decidió abandonar por el dolor de su rodilla, cambiaron la estrategia. Conocedor de que Karrera podía notar el esfuerzo de ser su primera experiencia en carreras de 100 millas, Jornet lanzó su ataque en los kilómetros finales y el vasco decidió no arriesgar sus piernas para conservar el segundo puesto. Karrera declaró al terminar que "ha sido la carrera perfecta y estoy muy orgulloso de haber corrido con el número uno".
Su equipo, el Salomon Santiveri, absoluto dominador de este tipo de disciplina, colocó en el podio, además de a Karrera, a la navarra Nerea Martínez, que no pudo doblegar a la británica Lizzy Hawker, figura femenina de la prueba con cuatro victorias y un decimotercer puesto en la general.
Pau Farras / elmundo.es
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